Amores hay muchos, todos hemos experimentado diversas relaciones de amor, aquellas que creímos definitivas, o que definieron una etapa de vida, las que pensamos que jamás olvidaríamos y que nunca llegaría algo parecido o mejor.
Pero en realidad vivimos el amor que creemos merecer sin darnos cuenta, y amamos desde el valor que logramos darnos a nosotros mismos, transformando estas experiencias en realidad, en dependencias y validación de nuestro ser a través de lo que esperamos recibir de otro y que no hemos sido capaces de encontrar en nosotros.
Es el amor egóico que exige, demanda y sufre en ausencia. Que miente, juega y se mantiene a flote con autoengaño, que se esfuerza, sacrifica y adapta por necesidad, a la realidad del otro para no perder, el que cumple expectativas para creer en su valía.
El que se alimenta a veces sólo de sexo o atracción física, quizá de compáñía para no sentir la soledad interior, posiblemente de sustento emocional o económico o simple y poderosamente de pertenencia a algo más noble y valioso que lo que veo en mi ser, o trascendencia, como la familia creada.
El que surge en un momento de exciación y deseo y después no tiene sustento en nada y se confunde con amor. El que nos conecta desde nuestras peores distorciones y nos mantiene en codependencia para justificar nuestra existencia y valor. El que nos exige demostrar algo o ser alguien constantemente.
Pero cuando tu merecimiento y nivel de conciencia se elevan a donde les corresponde por derecho divino, el amor real aparece y se expande cuando encuentra donde nutrirse de sí mismo, desde la plenitd e integrdad de tu ser.Y entonces se manifiesta un amor real, que no exige, demanda o limita, simplemente y de forma natural está y es…
No existe obligación, deber ser o duda, si no libre albedrío, claridad y gozo. Crece con la verdad, transparencia y certeza compartida y descubre la mejor versión de cada uno. Sabe lo que requiere para nutrir y nutrirse a sí mismo y lo entrega de forma tan natural como el latir de un corazón con vida.
Vive libre de dependencia y lleno de inspiración y motivación. Eleva y transforma sin expectativas, no demanda propiedad si no elige regaarse por convicción. No requiere garantías, títulos o promesas simplemente porque sabe lo que es y el inmenso valor y milagro que ello significa y los milagros no pueden definirse o etiquetarse. No busca otro lugar, simplemente porque donde está es, se nutre y vive en su más elevada versión.
Crea magia y materializa sueños.No demanda presencia porque siempre está, acepta y ama natural e incondicionalmente sin entender siquiera porque, comparte multidimensionalmente y crece exponencialmente con cada experiencia.
Trasciende el instinto, el deseo y la manifestación física que también cobran un nuevo sentido único; es una visión y una energía inefable, individual y compartida, que al vivirse en plenitud y libertad, sólo se refuerza, multiplica y comprueba a sí misma de forma constante, como la certeza que tienes cada segundo, de la fuente inagotable que sustenta tu respiración.
No tiene obligaciones o explicación, sólo sabe dónde encontrar y crecer siempre su mejor versión. Tiene la libertad de irse o transformarse, la belleza es…que siempre elige quedarse.